¡Hola, gordis!
Una pregunta que recibo a menudo es, porqué escogí “gorda” y “feminista” como mi handle en Instagram y TikTok, y mi marca en general. Y bueno, aparte de que es una descripción bastante acertada de quien soy, osea gorda y feminista, otra razón por la cual estas dos palabras están destinadas a estar juntas es que el movimiento de liberación gorda y el movimiento bodypositive nacen al mismo tiempo que la 2nda ola del feminismo en EEUU en los 60s.
Y yo, pues yo crecí en un hogar feminista, precisamente de la 2nda ola del feminismo.
Esta 2nda ola del feminismo estaba enfocada en luchar contra la discriminación de género y la discriminación racial, a la vez que elevava las políticas del cuerpo, la equidad y la codificación de la equidad en las leyes. La primera ola del feminismo estaba enfocada en el sufragio, que en EEUU se logra en los 1920, pero sólo se logra el voto para mujeres de descendencia europea, aún cuando había habido fuerte activismo de mujeres negras, latinas, asiáticas, indígenas y más.
De la mano de la liberación y protesta que se vuelven emblemáticos de esta década, se viene un nuevo entendimiento de la política corporal y de lo personal como político y se empieza a visibilizar la forma en que nuestras corporalidades interseccionan con nuestra existencia en un mundo que jerarquiza por corporalidad, por nuestro color de piel, nuestro género, nuestro tamaño. Finalmente se podía hablar de cómo habían personas que eran tratadas como “ciudadanas y ciudadanos de segunda clase”, enfrentrentando discriminación simplemente por ser.
En 1967 en Nueva York, Llewellyn (Lew) Louderback publica un artículo que se llama, Más personas deberían de ser gordas, que describe no sólo la discriminación que las personas gordas viven pero también la evidencia científica que mostraba que tener un cuerpo gordo tenía beneficios positivos. De hecho yo compilé algunos de los puntos de ese artículo en un carrusel en Instagram que causó revuelo en personas que promueven la discriminación y trato desigual de las personas gordas.
Tres de los puntos principales de este artículo de Louderback eran:
- Las personas gordas en promedio no comen más que las personas delgadas.
- El éxito a largo plazo de las dietas, aún con acompañamiento médico, es insignificante y deben de dejar de promoverse.
- Las personas gordas que viven en ambientes libres de acoso y discriminación por su peso viven vidas más saludables, incluso reduciendo su riesgo de ataques de corazon.
Bill Fabrey, un ingeniero que notó la discriminación que recibía su esposa como persona gorda, lee el artículo y se empieza a movilizar. Junto con Louderback crea la asociación que ahora se llama, la Asociación Nacional para Avanzar la Aceptación Gorda (National Association to Advance Fat Acceptance o la NAAFA).
Del otro del país, en California, un grupo de mujeres diversas y feministas que habían sido parte de NAAFA, decide que la propuesta de aceptación gorda de NAAFA no era lo suficientemente radical y forman el grupo Fat Underground. El Fat Underground buscaba la liberación gorda (en contraste con la aceptación gorda) y luchaba por derechos equitativos para las personas gordas en todas las áreas de la vida, además de la eliminación de las industrias reductoras, es decir de las dietas. Escriben el Manifiesto de Liberación Gorda, una lectura maravillosa en lo radical y relevante que es casi 50 años después.
Pero con el mismo fervor con el que el activismo gordo y el activismo feminista estaban movilizándose a finales de los 60s y principios de los 70s, otras fuerzas, con dinero e intereses financieros de por medio, estaban movilizándose en la dirección completamente opuesta.
En 1972 por ejemplo, después de más de 20 años de estudiar al cuerpo gordo desde un pronunciado y descarado odio a las personas gordas, Ancel Keyes oficialmente define el Índice de Masa Corporal, el IMC, basándose en el Índice de Quetelet. En unos cuantos años el IMC se convierte en la medida principal para definir el cuerpo “gordo”, patologizándolo para prepararlo para el consumo de–como lo identifica el Fat Underground–las industrias reductoras.
El activismo gordo tenía una potencia enorme de generar mayor equidad y mayor salud, pero ganó el IMC y la potencializada industria de las dietas, que sigue creciendo a pasos agigantados, aún cuando la evidencia ha mostrado de forma contundente que las dietas restrictivas no resultan en reducción de peso a largo plazo y de hecho causan aumento de peso. Y por las últimas 5 décadas el paradigma de salud centrado en el peso se ha mantenido a pesar del daño que ha causado.
Y a todo esto, ¿cómo ha apoyado el feminismo al activismo gordo? Pues, la 3era ola del feminismo tampoco tuvo una política explícita de apoyo al activismo de aceptación y liberación gorda ya que el paradigma de salud centrado en el peso era inescapable durante su auge. Casi nadie se escapó de la perversiva creencia, extremadamente bien vendida, de que el cuerpo gordo estaba enfermo y que se debía de hacer todo lo posible, incluso cosas extremadamente dañinas para la salud, para no tener un cuerpo gordo.
Pero las nuevas olas del feminismo traen consigo, ya de arranque, un entendimiento de la intersección de nuestras identidades, es decir, la experiencia vivida de una mujer gorda es distinta a la de una mujer delgada, puesto que, aunque ambas enfrenten violencia estética a manos del sistema patriarcal por ser mujeres, la persona gorda vive violencia gordofóbica que limita su acceso a servicios de salud basados en evidencia, a lugares públicos, a trabajos, a educación y más. Y con este lente de interseccionalidad, podemos trabajar de forma colectiva a la misma vez que trabajamos para erradicar las barreras que previenen que todas las mujeres puedan acceder a una vida digna, justa y equitativa.
Y pues ahí está la respueta de porqué esta gorda es una gorda feminista.
Como siempre, te leo.